martes, 16 de julio de 2013

DÍA... : Perdiendo la noción, no el tiempo.


El día comenzó con un barreño caído en el cuarto de baño que les llevó más de una hora limpiar a las inteligentes y malabaristas de Mónica y Carlota. El procedimiento de recogida fue complejo, pero el caso es que entre risas, comentarios de lo ocurrido y gente intentado dormir en las esquinas pocas personas en la casa pudieron dormir.
Unas horas después (Si a alguien le pareció temprano lo del otro día, esta vez: ¡a las 4!) toda la familia estaba despierta para empezar nuestro gran y largo viaje, acompañados de los soletes Betty y Penniel con los que pudimos disfrutar primero de la hiperactividad de Carlota (que le duró 7 kilómetros) , luego de un sueñito (175 km de los de aquí, hasta Barahona) y después de un desayuno de los buenos con vistas al mar y batidos de chocolate, todo ello intercalado con los momentos de Furor y de canto que tanto caracterizan nuestros viajes allá donde vamos en la República Dominicana. Finalmente tras seis horas de viaje (300 km… menuda media) en las que pudimos ver el paraíso y las aguas más cristalinas de nuestra vida, llegamos a Bahía de las Águilas: ESPECTACULAR!
Con kilos de crema para no convertirnos en pequeños Sebastianes (y/o torreznitos) y un precioso paseo en lancha (a todas las madres: con salvavidas) pudimos llegar a nuestra pequeña,  kilométrica playa privada. La arena de origen coralino, tremendamente fina y blanca y los diversos tonos desde la orilla casi trasparente hasta el azul oscuro en el horizonte pasando por verdes y turquesas …  auuuuuuu!! Una vez desembarcados nos dispusimos a estar allí perdiendo la noción del tiempo. Habitualmente la noción del tiempo se pierde una vez y punto, pero esa playa era para perderla cada ratito. Con millones de aguadillas y jugando largo rato a lanzarnos una botella (como dice el castizo 

refrán: a falta de balón, buenas son botellas)se paso la mañana. Bueno debió de ser la mañana porque como ya he dicholanocion del tiempo se había perdido. Después una comida un tanto pasada por arena en una minisombra de 1 metro cuadrado los 11 cooperantes cual castellet donde ninguno se consiguió quemar, lo que fue un logro. Para terminar una siestaca descerebradora y un paseo playa arriba playa abajo, con el único ruido del viento, los pelicanos, las pardelas y otros pájaro (los kiwi…) 

Cuando llegó la lancha para recogernos de nuevo ninguno se quería ir de ese pequeño trozo de cielo, pero un apasionante viaje de vuelta nos esperaba, con unos cuantos baches y canciones de las antiguas que a todos nos tocan el corazón, donde todo Aniceta cayó dormido excepto el chófer seguro y su compañera de viaje Beatroz. (Beatroz en sanscrito significa: mujer que no guarda silencio)
Al llegar a casa (6 horas después) medio zombies tuvimos que hacer nuestras tareas de la casa, preparar toooodo lo referido al trabajo del día siguiente en los campas y pegarnos la ducha del siglo, además de disfrutar de una deliciosa cena que le puso la guinda al día. Entre cabezazos a la pared por parte de todos y litros enteros de “Manitas Limpias” conseguimos irnos a la cama con un gran wayabaso pa’ tos, a la espera de un nuevo día de campamento movidito pero sensacional.


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