¿Maite o Maité? Ese es el kit de
la cuestión. Se nos avecinaban 9 fantásticas horas de vuelo, y lo primero que
hicimos fue conocer a nuestra octava compañera de viaje, Maité de Valencia.
¡Qué emoción! Ya había llegado el
día y nos encontrábamos todos con nuestras respectivas familias facturando
besos y lágrimas de emoción y alegría. Entre maletas, pasaportes y controles,
al final conseguimos llegar al avión. Aunque previamente, “el monitor del
pelito blanco” había decidir abandonarnos para ir a por regalos. También
conocimos a nuestros compañeros de trabajo de la universidad de Comillas, que
junto con nosotros trabajarán en los campamentos a lo largo de las tres
semanas.
Una vez en el avión, conocimos a
tres personajes importantes que nos acompañaron a lo largo de las 9 horas de
vuelo. Dos niños muy graciosos con los que jugamos y una tercera niña adicta al
cabello, que nos hizo cien mil trenzas. Mientras tanto: “cómo te gusta lo que
te encanta”, jeje.
Aplausos, aplausos, hemos
aterrizado en el Aeropuerto de Santo Domingo: palmeritas, cocos, brisa marina,
olitas del Caribe… NOOOOOO, ASÍ NO ES, un calor inhumano nos esperaba con ansia
e impaciencia.
Después de recoger las maletas,
nos esperaba una gran bienvenida tanto en el aeropuerto como en el lugar se que
se convertirá en nuestra casa por las próximas semanas.
Al terminar el “Bienveniiiiidos”,
cual mineros en busca de los tesoros de Morfeo, pues la luz hizo una de las
suyas, tuvimos que montar un “chill out” con mosquiteras y colchones en la terraza de nuestra
nueva casa. Después de sudar la gota gorda montando el campamento, al fin
tocaba la hora de dormir, ¡Algunos hemos pasado frío!
CHINKUN
TSCHH
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