A las cinco de la mañana ha sonado el despertador natural, el gallo. Así empieza nuestro primer día en República Dominicana.
Levantarse y compartir
impresiones, pero sin perder mucho el tiempo pues los voluntarios dominicanos
nos esperaban para una reunión a las 10 en la parroquia, durante la que hemos
organizado nuestro trabajo para las siguientes semanas. Nuestro grupo se divide
en dos campamentos en los que vamos a trabajar, aunque en realidad hay cuatro:
Pueblo Nuevo, Lava Pies, Sainagüá y Mira Cielo.
Entre que entramos y
salimos de los salones parroquiales, la reunión se acaba y nos disponemos a
visitar la famosa Sirena. Hay que hacer la compra, llegar a casa, cocinar y
salir a ver nuestro proyecto de la tarde.
Pero, quieto parao, aun nos dio
tiempo de comernos unos mangos, mangos
de los buenos, de los que te manchan hasta las cejas. Pero no pasa nada: “ya
limpiarán la mesa”.
La tarde la hemos dedicado a
visitar los distintos campamentos en los que vamos a trabajar, así como la obra
en la que estarnos durante las tardes.
Poco a poco ha ido anocheciendo y
hemos vuelto a la casa para preparar la cena y descansar, pero a algunos les
está afectando mucho el jet
lag, ya que desvaría más de la cuenta.
Chinkun, shh
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