viernes, 22 de julio de 2011

Día 17. Domingo de playita, ciento volando.

Tapados, muy tapados (con cuellos vueltos incluidos) asistimos a la que fue nuestra última (por hoy) misa aquí, en San Cristóbal. Una misa emotiva, donde dos de nuestros cooperantes fueron ofrenda en sí mismos (los rubios-rubios), y donde, por última vez (por hoy, insisto) nos sacaron a todos al altar, y nos hicieron un regalo representativo y entrañable del lugar: unas pulseras con la bandera de R.D. que a algunos nos llenaron los ojos de lágrimas.

Dejamos a un lado los momentos emotivos, nos montamos en Aniceta rumbo a Bocachica. Tras 45 minutos invertidos en cambiarnos de ropa y ponernos el bañador, bueno no todos a los internetadictos no les dio tiempo, cada coche se fue por su lado. Perdernos en la salida y encontrarnos en la llegada, muy sencillo. Curiosamente durante el día pudimos apreciar que la opinión de Rosi a cerca de esa playa era de lo más acertada. Para nuestra sorpresa, una fiesta de Presidente, y la playa de lo más concurrida. Nos acomodamos en nuestras tres mesitas que a lo largo del día se redujeron en una, y algunos nos dispusimos a probar el agua. Curiosamente, cuanto más lejos de la orilla menos profundida tenía la ‘’piscina’’, más curiosos aún, cuando llevabas entre 15 y 20 minutos en el agua empezaba a picarte el cuerpo como si de medusitas se tratase. ¿Que podría ser? ¿a caso el hecho de que Erik agitase unas algas urticantes influyó en algo? Grandes enigmas.
Visto el plan, algunos decidimos darnos un paseo hacia la zona poblada de la playa, y tras un rato andando hicimos la vuelta a remojo.
La comida todo un zoo, de lo mássssssssssssssssssssssssss abundante y saciante. Inicialmente pactamos un precio y una cantidad, el ladron, hijo de una hiena, del camarero trajo lo que le dio la gana y sin cubiertos. Cuando se los pedimos vemos que los trae de plástico y sucios (usados) y los va limpiando con una servilleta y el muy sinvergüenza nos dice : es para evitar el coooolera, colera!!. ¿Sera…? Así que le alegamos un poco y ale
Tras la timo-comida el grupo se disgregó por intereses comunes. Algunos buscaron un lugar donde volver a comer (chupar una cabeza de pescado para cinco, llámame loco, no te sacia) y otros nos dispusimos a buscar un baño donde volver a ser personas. Después de un rato andando (alguno, descalzo por el asfalto a 50º) volvimos a reunirnos todo el grupo el último baño, que volvió a terminarse escocidos por la urticante agua de mar y muertos de risa viendo como Erik tras bañarse con sus gafas de sol (quizás error, falta de criterio, rigidez cognitiva severa, tontuna …) las limpiaba a lametazos, peregrino. Tras el baño un par de locos se acercaron en la playa y consideramos ideal el momento de abandonar las aguas del Caribe. Atillo en mano ciento volando, nos lanzamos a la búsqueda de un helado para que no se nos olvidara lo que era tener el estómago con cosas. Recordamos que no todos tuvieron iguales prioridades y que los paseos bucólicas por la playa no llenan el estómago. Entre suspiros y mermeladas, volvimos de nuevo a casa, otra vez todos dormidos (bueno nuestro chofel nunca duelme), y a cabezazos contra los cristales.
Ya en casita, la paliza de sol y playa nos derrumbó en la zona chillout, como escombros dormitamos entre una hora y hora y media esperando a la cena, que gracias a Dios no se alargó y nos permitió tras tan breve pausa continuar el sueño rendidos. Curiosamente toda la semana activos y no caemos fritos (bueno, no tan fritos) y el fin de semana la inactividad nos plancha.

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