martes, 19 de julio de 2011

Día 13. Influjos lunares

Tras unas pesadillas en memoria al antiguo habitante y propietario de esta nuestra casa, un haitiano muy majete ( eso sí, amante de la brujería) que según cuentan las malas lenguas tuvo una muerte algo misteriosa (literalmente: se ahorco) y cuyos pasos aun se pueden escuchar bajo el clamor de la noche, nos despertamos, con la ayuda del despertador de la casa y cooperante numero 14 MISTER GALLO (que probablemente acabe zambullido en nuestra rica cazuela, acompañado del ya mas que famoso sofrito de pimientos y cebolla de nuestro reconocido cheff BOOLHA).

Camino del cole a bordo de Aniceta (bañada en la mierda propia de los baches-piscina originados por las lluvias torrenciales) en la que se ha iniciado un tablón de comentarios subliminales al puro estilo tuentiano referentes a su actual estado higienico, destacando entre ellos: “Limpia a Aniceta”, “No la laves, planta flores”, “Cuidado radioactivo man”, emprendimos nuestro nuevo día.

Después de más de una semana esperando a que se compraran las pelotas para los niños, la llegada de las mismas (al final las compramos nosotros) supuso una revolución en el campamento, hasta el punto en el que no sabían diferenciar entre un alma y un arma. En todo caso si se dispara ese, muerto.

Por la tarde, la frustración era palpable en el ambiente cuando, en Pueblo Nuevo se acabó la masilla, tras cubrir apenas un par de huecos de pared. Contamos con la ayuda de nuestros compañeros de la parroquia de la Paz que comprendieron nuestra “velocidad” de trabajo, “efectividad” y “rendimiento” de los pasados días.


Mientras tanto en el mundo de la medicina….
“Hoy es el cumpleaños de la hermana de Sonia. Felicidades Celia, disfruta de tus 16 años!!!! Para celebrarlo hemos decidido irnos al paritorio. Habíamos quedado con una doctora que nos iba a enseñar a asistir un parto, pero misteriosamente ha desaparecido. Para suplir la ausencia nos dirigimos a los quirófanos y la sala de partos, donde descubrimos que los quirófanos ya no están. Tras sobreponernos a la desaparición de la pequeña parte del hospital que nos estaba empezando a resultar familiar le hemos preguntado a la señora de la limpieza (omnipresente en cualquier parte del hospital en el que te encuentres) que qué estaba pasando. Nos ha informado de que estaban remodelando el área y que se había trasladado todo a la sala de cirugía.

Una vez allí hemos tenido la oportunidad de ver dos cesáreas. La doctora Reyes (que era la ginecóloga que se encontraba hoy al frente del servicio) nos ha estado explicando el procedimiento a seguir en todo momento. Nos ha llamado la atención la rapidez con la que se realiza y las maniobras que utilizan para ello (vamos a dejarlo en “ligeramente” bruscas).

Después de dos semanas en el dispensario haciendo ecografías a señoras que ya han tenido varios hijos (muchas de ellas por cesárea) hemos caído en la cuenta del porqué de la flacidez de sus abdómenes. La respuesta es que no tienen la suerte de contar con aspiradores para evacuar la sangre del útero una vez extraído el bebé ni de los materiales adecuados para hacer las incisiones.

Sin embargo llama poderosamente la atención el hecho de que interiormente las técnicas no son muy sofisticadas pero en cambio a nivel externo se realiza de la forma más estética posible. Esto significa que la cicatriz se cose con un tipo de sutura en el cual la marca prácticamente no se nota, es más, el tiempo empleado en esta sutura es equiparable al invertido en el resto del procedimiento.”


A pesar de esto los pequeños inconvenientes de la pintura y la dura tarde médica los cooperantes han sido recompensados con un frozen yogurt, que tenía un sabor… que no te esperas.

Debido al influjo de la luna llena, se produjo una revolución masiva por parte de las hembras de la casa (incluida la superhembra ) y sufrieron un ataque de pavitis que solo pudo ser calmado con una sesión de masajes extrarrelajantes con aceitito relajante (aaaaghhhh) y después de los cuales (hacia las 2 de la mañana) la cama fue un destino inevitable.

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